ESPERANZA SPALDING en el Teatro Coliseo OP semanal

Sergio Pujol

Si la sorpresa ante la ejecución en vivo de Emily´s D  + Evolution no fue mayor, eso se debió al hecho un tanto fortuito de que el nuevo álbum de Esperanza Spalding se había editado localmente pocas semanas antes del concierto en el Coliseo. Todos estábamos más o menos enterados de la nueva mutación de la estrella más versátil y seguramente mejor publicitada del jazz contemporáneo. Virtuosa y juvenil – combinación infalible desde los tiempos del Barroco -, a los 31 años y con una década de actuaciones superlativas, Spalding se lleva el mundo por delante. Se lo lleva sin prepotencia, seduciendo como las sirenas de Ulises, con una sonrisa y una frescura invencibles: “I want it now!”, cantó en el bis con una sinceridad que todo psicoanalista celebraría de sus pacientes.

La precocidad artística siempre es un poco penosa, fija un estereotipo del que resulta difícil escapar. Spalding ha manejado su don con inteligencia, autoimponiéndose  el ethos de la reinvención. En su larga vida joven, mudó de línea certera del contrabajo moderno, inquieta paseante por ciertos bordes que sintonizaban bien con el jazz mullido, de combo acústico, a este ser (así, tan genéricamente, ella define su nuevo personaje) llamado Emily (su segundo nombre “en la vida real”) que canta y toca lo que compone en clave espiritualmente optimista (“funk your fear/ live your live”, nos aconseja en “Funk the fear”). Con Matthew Stevens en guitarra rockera y Justin Tyson en patrones rítmicos enmarañados, la nueva Esperanza lidera un power trio afiladísimo. Que se cuiden los metaleros.

Cuando bajan las luces y sobre un loop de ruidos atmosféricos la vemos entrar  en escena disfrazada de dama cortesana, inmediatamente pensamos en la clase de teatralidades de la que, con mayor agudeza conceptual, es capaz Bjork, y mucho antes que ella, Peter Gabriel. Enseguida, de la dama que se mueve como marioneta parirá una Gatúbela de ajustado body blanco sobre cuerpo negro. Así, el resto del show. Con canciones proteicas, un poco futuristas y casi siempre encantadoras, Spalding/Emily termina ganando, a pesar del cotillón escénico. Canta soberbiamente, y cuando avanza por doble vía – su bajo lleno de plasticidad y extrema complejidad melódica y su voz más recitativa que lírica – es imbatible. Como compositora es muy sagaz. Aplica el bricolaje a lo Frank Zappa pero en formato instrumental reducido, respaldada por un trío de voces que, como en la introducción de “Evony and Ivy”, puede llevar el canto silábico hasta la exasperación. Llegado el caso, estas canciones tienen gancho melódico – “Earth to heaven” y “Elevate or operate”, como ejemplos – aunque lo que uno sale recordando del concierto no es tanto un ramillete de lindas canciones como un estado de inmersión rítmica y tímbrica que, en sus mejores momentos, nos deja regusto a misterio.

Esperanza Spalding presents Emily´s D+Evolution. Teatro Coliseo, 23 de septiembre 2016.

 

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