Yotam Silberstein

Por Sergio Pujol

Dueño de un envidiable joi de vivre de la música – el placer del sonido, a diferencia del que produce el texto, se lee claramente en el rostro del que lo experimenta -, Yotam Silberstein es un fenómeno de la guitarra jazzística en el siglo XXI Nació en Tel Aviv, en 1983, y  desde 2005 vive en Nueva York. Cuando empezó a circular por el circuito de boliches más o menos legendarios de Manhattan tenía sólo 22 años y una vida de guitarrista signada por la precocidad. Entre sus contratistas de renombre de aquellos días cabe citar al glorioso James Moody – los saxos tenores siempre se llevaron bien con los guitarristas, como acredita la historia de Sonny Rollins, por caso ilustre –, Paquito D´Rivera, Roy Hargrove y Antonio Hart. Las gacetillas de prensa han insistido en la versatilidad de Yotam para responder con eficacia a diversos requerimientos del mercado jazzístico, pero no sería justo restringir su talento a su sentido de ubicuidad estilística. No estamos frente a un “toco lo que me pidan”. La fluidez de sus frases, acaso aprehendidas de los vientos que escuchó y respaldó en su vertiginosa foja de trabajo, y su inventiva para improvisar algo más que escalas oportunas lo distinguen netamente entre sus pares instrumentales. A través de sus cinco discos de solista Yotam ha sabido mostrar una veta compositiva interesante, siempre en función de un linaje guitarrístico que arranca, por lo menos, en Grant Green y Wes Montgomery y que, búsqueda tímbrica y rítmica mediante, se actualiza con Pal Metheny y otros héroes contemporáneos del instrumento.

Amén de rendir tributo a cierto clasicismo jazzístico de la ciudad que habita con el tema que da título al álbum, en The Village Yotam profundiza su plan de operaciones musicales extramuros. Este consiste en desarrollar un vínculo activo con las músicas de Brasil (así, Brasil, se titulaba su disco inmediatamente anterior) y, en menor pero creciente medida, de Argentina. Siempre dentro del jazz, ese poderoso campo magnético que, como la propia ciudad de Nueva York, atrae y metaboliza elementos diversos. Que los únicos temas de autoría ajena sean “Milonga gris” de Carlos Aguirre, “O vou da música” de Jacob do Bandolin y “Lennie Bird” de Lennie Tristano es una sutil metáfora de las fibras de las que está hecho su tejido de influencias, así como de los cruces que el músico está ansioso por probar, sin por ello ceder a la fusión como estilo cristalizado. Las proporciones pueden alterarse, pero esas referencias musicales y culturales están siempre orbitando su guitarra, su lenguaje. Asimismo, entre el intenso “Parabens” y el lírico “Nocturno” se extiende un rango de tempo y dinámica vasto. Yotam juega allí entre la motricidad rítmica del atiborrado choro y la belleza introspectiva de una balada con trazos de lied.

En estos días, Yatam anduvo por La Plata, Rosario, Bahía Blanca, Tucumán y Buenos Aires, interpretando con el tecladista Hernán Jacinto y otros locales el repertorio que en el disco grabó con Aaron Goldberg (piano), Reuben Rogers (bajo) y Greg Hutchinson (batería). El nomadismo de este brillante guitarrista israelí encuentra eco y recepción en distintas embajadas del jazz mundial. Es un viajero simpático, que se aquerencia rápidamente. Sus derivas multiculturales bien focalizadas, honestas, lo  ponen a resguardo del estereotipo del falso latino al mismo tiempo que lo sitúan a las puertas de nuevas posibilidades de un género que, partiendo del extendido sembradío del bebop, tiende a descentrarse como estrategia de supervivencia estética.

Yotam Silberstein, The Village, Jazz & people, 2016. 

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