Por Sergio Pujol

Al menos desde la irrupción de la generación beat, con Jack Kerouac en el centro de su sistema solar, la literatura y el jazz han mantenido un diálogo fructuoso. El autor de On the road conectó su método de escritura impulsiva a la poética de la improvisación. Pero quizá lo más jazzístico de su narrativa de una sola toma no estuviera en supuestas similitudes rítmicas y de prosodia – obviamente incomprobables en las traducciones, y al menos dudosas en el siempre complicado asunto de la relación entre las artes -, sino en el deseo de participar, desde algo tan silencioso como la escritura, de aquellos ambientes y mitologías de los tiempos modernos que tan devotamente seguimos los amantes del jazz. Poco más tarde, Julio Cortázar hizo algo similar (curiosamente, el autor de Rayuela nunca se mostró muy interesado en la literatura beatnik, y quizá tampoco en los textos de Boris Vian, otro jazzero oblicuo, aunque los nexos resultan inocultables).

Gente con swing, el bello libro compilado por el periodista cultural y productor de jazz Horacio Vargas, aporta al subgénero “escritos de/sobre jazz” 24 artículos de escritores y periodistas argentinos – más un par de españoles – que escriben desde diferentes experiencias y perspectivas, aunadas por un sentido general más bien ensayístico. No se trata de una compilación literaria en el sentido de Kerouac o Cortázar – ni aun los textos de Juan José Saer y Antonio Muñoz Molina seleccionados podrían ser considerados “literarios” -, si bien en ningún caso la circunstancia que dio origen al escrito le certificó fecha de vencimiento. Puede tratarse de una reseña discográfica – Marcelo Cohen y un disco del pianista Eduardo Elía -, un perfil a partir de un documental – Santiago Giordano y Let´s get lost sobre Chet Baker -, el rescate de un músico olvidado – Joni González y el guitarrista John Henry Smith jr. -, el gusto musical de un escritor consagrado – Diego Fischerman y el vínculo espiritual entre la cantante Stacey Kent y Kazuo Ishiguro –, la aventura borgeana de las clasificaciones imposibles – Jorge Fondebrider y los músicos de las “segundas líneas” – o las derivaciones de un cuento inspirado en un músico de jazz – Juan Sasturain y Lennie Tristano. Cada inmediación lleva implícita la pasión del oyente de jazz y el deseo imaginario de ser un poco músico a la hora de escribir.

El jazz es una música en constante expansión. Lo fue desde sus orígenes, sintomáticamente vinculados a la modernidad del siglo XX. Quizá esa dinámica de identidad y transformación, de ser igual y distinto cada vez, sea el gran tema sobre el que todos escribimos cuando escribimos sobre jazz. El texto de Beatriz Sarlo, originalmente incluido en su ensayo sobre Walter Benjamin, hace hincapié en la relación vital que todo músico de jazz entabla con la (su) tradición. Algo similar hace Rafael Filippelli en su excelente exégesis de Miles Davis a través de sus períodos estilísticos. Con ambos textos parece entablar diálogo elíptico Pablo Gianera cuando, en su aguda exploración de la teoría de la improvisación, plantea que los dos grandes problemas que dominan la esencia del jazz son el tiempo y la improvisación. 

“Al margen de semejanzas/desemejanzas, está el hecho de que el jazz es, también, un sujeto literario, como lo es fotográfico”, observa Carlos Sampayo en “Body and soul”, originalmente incluido en su libro Memorias de un ladrón de disco. Así es, amigos. Ese sujeto literario tiene vida. Y gente con swing que lo describe, analiza y narra.

Horacio Vargas (compilador): Gente con swing, Homo Sapiens ediciones, Rosario, 2018. Escriben Juan José Saer, Antonio Muñoz Molina, Carlos Sampayo, Beatriz Sarlo, Sábat, Juan José Sasturain, Diego Fischerman, Pablo Gianera, Sergio Pujol, Santiago Giordano, César Pradines, Jorge Fondebrider, Humphrey Inzillo, Marcelo Cohen, Marcos Mayer, Rafael Filippelli, Guillermo Bazzola, Eduardo Hojman, Roberto Maurer, Gary Vila Ortiz, Raúl Acosta, Chivo González, Marcelo Scalona, José Luis Cavazza y Joni González

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