Con sólo 23 años, el Flaco alumbró uno de los discos más emblemáticos de la música argentina. En el libro El año de Artaud el periodista Sergio Pujol indaga en las particularidades de ese álbum y su diálogo con los convulsionados tiempos en los que se grabó. Retrato de un artista sin par.
Pocos discos reflejan tanto el contexto de su época y, a la vez trascienden, tanto las fronteras temporales como Artaud. La obra cumbre que Luis Alberto Spinetta concretó en 1973, con apenas 23 años. Incluyó temas icónicos como «Cantata de puentes amarillos», «Bajan» y «Todas las hojas son del viento», y tal vez la tapa más legendaria del rock nacional, esa que desafiaba las formas tradicionales y no entraba en las bateas.

Pero 1973 no fue cualquier año: el retorno del peronismo, las revoluciones posibles, la sangre alrededor, la cultura en ebullición. El periodista, historiador y docente Sergio Pujol emprendió la tarea nada fácil de poner en diálogo la vida política de esa Argentina con la música joven que empezaba a crecer en repercusión pública, en su libro recién publicado El año de Artaud (Planeta). De Lennon a la masacre de Ezeiza, de Van Gogh a las habladurías del mundo, un álbum y un año siempre necesarios para la frágil memoria nacional, que permite desagregar (y refutar) el mito de un Spinetta apolítico, distanciado de su tiempo.

«La idea no fue contextualizar a Artaud, sino ponerlo en diálogo con su época, que no es lo mismo. Busqué avanzar con tres relatos, uno habla de la vida de Spinetta en un año, contando mes a mes; el otro es el panorama del rock argentino en ese momento, con detalles particulares como por ejemplo los conciertos al mediodía que con el tiempo desaparecieron completamente; y el otro relato es la política, a manera de crónica», señala Pujol.

–¿Qué detalles observaste como marca de esa época?

–Hay una especie de pulseada entre la industria y el arte, del artista que empieza a tener más injerencia en el contenido musical, literario, y también en el diseño. El caso extremo de esta disputa por la autoridad sobre el disco es la tapa de Artaud, que nace de una idea de Spinetta, que ya había tenido creaciones artísticas para sus discos (recordemos el payaso triste del primer disco de Almendra). Emerge esta pequeña estrella verde de seis puntas absolutamente irregular, que más tarde la define como una especie de hamburguesa dietética, sobre todo por el color. El hecho de que al final haya salido es una prueba no sólo de lo convencido que estaba de las cosas que hacía, sino también una especie de gesto desafiante hacia la industrial cultural. En este contexto de politización de la cultura, Spinetta se planta con toda firmeza y se sale con la suya. El de Artaud es el triunfo de un proyecto totalmente utópico.

–¿Cómo se va gestando el disco?

–Cuando Spinetta disuelve Pescado Rabioso (NdeR: por razones contractuales Artaud fue editado bajo el nombre de Pescado Rabioso, pero incluyó la participación de colegas como Gustavo Spinetta, Rodolfo García y Emilio del Guercio) se encierra en su casa materna de la calle Arribeños, con sus viejos amigos y con su nueva novia, Patricia Salazar, que será la madre de sus hijos, leyendo febrilmente con ella, dibujando y creando esas canciones casi en un clima doméstico. Es un disco que se puede entender como un viaje interior, no autobiográfico, a través de sus inquietudes artísticas, la poesía simbolista, los juegos de palabras como los de la canción «Por», a los que eran tan afectos los poetas del dadaísmo.

–Spinetta aparece como uno de los mayores exponentes de las rupturas culturales del momento.

–El manifiesto que Spinetta sacó con Artaud es la prueba de que el rock se está convirtiendo en un movimiento social y cultural. Por más que sea la figura más destacada en la historia del rock argentino, él aparece en el contexto de toda una generación de músicos y letristas, marcados por dos fuertes influencias: la anglosajona del rock y el pop, y las condiciones propias de la Argentina. Esa vinculación a Dylan, Beatles, Stones, Pink Floyd va a generar no pocas controversias con el campo político, donde la música elegida para acompañar la gesta revolucionaria es la canción testimonial de protesta y lo que viene del nuevo cancionero del folklore.

–Por años se habló de un Spinetta apolítico. ¿Qué hay de eso en 1973?

–Para ponerlo en perspectiva, la imagen del Spinetta despolitizado es una imagen posterior. Si nos paramos en el ’73 vemos un Spinetta que cuatro años antes había tenido alguna militancia en un grupo llamado Jaen (NdeR: donde sobresalía Rodolfo Galimberti), que luego va a desembocar en Montoneros.

–De donde se va porque no dejaban fumar marihuana.

–Eso es lo que se dice, nunca se pudo probar del todo. De todas maneras, como dicen los italianos: «Se non è vero, è ben trovato». La anécdota es útil para entender las divergencias que podía haber entre los reclamos de la contracultura y las demandas de la política. Spinetta es un joven de familia peronista, el padre se había quedado sin trabajo después del golpe del ’55. Conservaban el escudito peronista. Habían usado voluntariamente el luto con la muerte de Eva, se hablaba maravillas de Eva Perón, la memoria familiar es una memoria muy peronista, por más que Alejandro Rozitchner hace unos meses quiso bajarle el precio al peronismo del Flaco, por lo menos hasta los 23 años Spinetta era un simpatizante del peronismo, sabía bastante de historia del movimiento peronista, de hecho tanto en marzo como en septiembre vota al peronismo y seguía de cerca la realidad del país. Ahora, junto al peronismo están Artaud, Baudelaire, Jimi Hendrix, Mallarmé, los Beatles en primer lugar. Al mismo tiempo, Spinetta es muy porteño, del Bajo Belgrano, con canciones que dan cuenta de la geografía porteña, de los personajes de la ciudad, ciertos íconos populares tamizados por la mirada surrealista y delirante del poeta y músico que fue Spinetta. Junto a una demanda de política que había por aquel tiempo, porque en el ’73 todo es político, nadie podía desarrollar una actividad pública, como ser músico, sin que en algún momento se le acercara algún periodista a preguntarle qué opinaba de lo que estaba pasando en la Argentina.

–En la canción «Cantata de puentes amarillos» eso está.

–Exactamente. Me parecen muy fuertes ciertas imágenes de las canciones de Spinetta en el contexto en el que estaban pasando. Las de Artaud revelan una intensidad para vivir ese momento de Luis Alberto, se da cuenta de que a través de (Antonin) Artaud puede entender lo que está pasando, leyendo a un poeta y dramaturgo que había muerto hacía 25 años, con el cual discute. El disco es una especie de exorcismo contra esa opresión que siente al leer a Artaud, la lectura de Artaud no resulta liberadora, más bien es angustiante. Es una manera de dar un paso hacia adelante, de decir «mañana es mejor», una frase que jamás podría haber dicho Artaud. Revive a Artaud y lo convierte en contemporáneo de quienes estaban atravesando el año. La poesía como libertad creadora y liberadora es clave en la época, hacer canciones contra todos los mandatos que recomendaban los comunicadores de la música, los ejecutivos de la discográfica, los periodistas y a veces hasta sus compañeros músicos. Y esa es una postura muy política.

–¿Hubo expectativa por el disco en ese momento?

–La presentación fue en octubre en el Teatro Astral. Tenía una capacidad para 1300 personas, y se calcula que quedaban 300 afuera. La noticia de que Spinetta estaba haciendo un disco diferente a todo se filtró. Se estrena con bastante expectativa, Spinetta era ya un tipo que movía gente, pero también era un público que interpelaba al músico, muy exigente, no era pasivo. Si le prestás atención al audio del concierto en el Astral, muy a la manera de Spinetta hay una tensión entre el público y el artista, se ponía a discutir, momentos de tensión, eso le da cierta densidad teatral a la presentación. «

El rock festeja el triunfo de Cámpora

Sergio Pujol comenta que la idea del libro nació a partir del año, clave para la música y el país: «El ’73 conjuga el despertar democrático hermanado con los deseos revolucionarios, porque en el ’73 las palabras ‘democracia’ y ‘revolución’ están muy hermanadas. La democracia no aparece como un objetivo o una meta, sino en todo caso como uno de los distintos instrumentos con los que la juventud imaginó la revolución. Y también tenemos el despertar del rock argentino: entre el ’72 y ’73 hubo un crecimiento geométrico en las ediciones de discos de rock argentino, y se lo empieza a llamar así. Si abrimos las agenda de espectáculos de aquellos años notaremos que ya había algunas salas prácticamente especializadas en rock, como Metro, el Coliseo, el Astral».

–Y el rock iba a interactuar con la política.

–Hay un hecho muy singular. A fines de marzo del ’73 es el llamado Festival del Triunfo Peronista, en el estadio de Argentinos Juniors, para celebrar el triunfo de la fórmula Cámpora–Solano Lima, y hasta donde yo pude averiguar es el único festejo importante que se vive a fin de ese mes. Es interesante que el rock argentino, al que siempre se lo consideró y se lo sigue considerando históricamente una música con poca conciencia política, haya sido el único espacio de cultura musical que de modo más o menos orgánico llevó adelante un festejo. Estaban Charly y Sui Generis, León Gieco, y también Spinetta. Tuvo curiosidades como que el único orador fue Solano Lima, de quien sólo se conoce ese discurso. Después se abrazó con Billy Bond en el escenario. Parecía un sketch de Capusotto.

El Flaco para leer y repensar

Tras la muerte de Spinetta, el 8 de febrero de 2012, florecieron numerosos libros que lo recuerdan en diferentes momentos de su trayectoria. Desde Tigres en la lluvia, escrito por Martín E. Graziano, que aborda la etapa de Invisible, hasta Tu tiempo es hoy, donde el historiador Julián Delgado aborda la relación que la música de Almendra construyó con su época. A continuación, otras propuestas.

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