Primero solo, frente a un piano con el que repasó una canzoneta y un vals transfigurado, y luego en diálogo picante con la cuasi sinfónica Orquesta Sin Fin dirigida por el idóneo Exequiel Mantegna, el jazzman italiano Stefano Bollani refrendó en la sala grande del CCK los lazos de seducción que lo unen al público argentino desde hace ya algunos años.

Bollani es uno de los mejores pianistas del jazz italiano, lo que es decir del jazz más allá de las fronteras nacionales. Comparte género y calificación con sus coetáneos Danilo Rea, Giovanni Mirabassi y Nico Morelli, aunque hay varios más. Pero a diferencia de sus colegas, la posición de Bollani en el campo del jazz es, sino inestable – sus largos años junto a trompetista Enrico Rava y su proteica discografía solista y en trío lo acreditan sobradamente -, al menos multicultural. Estilísticamente, es un pianista de gestualidad burlona, de gran técnica – las texturas que crea con las voces interiores de la armonía son fantásticas – y de un punch rítmico que parece venir sin escalas de los viejos maestros del boogie. Por su preferencia por materiales populares – busquen su versión deliciosa de “Volare” o los discos con temas tradicionales italianos – podría pensarse en un artista de linaje romántico, aunque su intención de romper los climas sentimentales es manifiesta. Quizá el ejemplo más perfecto de su estética lo brindó la otra noche en su breve broma de cómo aprendió a tocar “Para Elisa” de un disco rayado y con saltos de púa. Esa heterodoxia para entender a un clásico es constitutiva de su estilo.

Un poco a la manera de Gershwin – aunque también de Ives, en cierto modo-, Bollani compuso Concerto Azzurro mixturando el jazz, la música “ligera” – incluso con citas textuales de “El manisero” – y la elegante perspectiva de Francis Poulenc y aquella generación de compositores europeos que entendieron el impacto de la cultura norteamericana sin quedar subsumidos a su modelo. En la orquestación colaboró Paolo Silvestri. Respetando la estructura tripartita, el concierto es una obra ingeniosa, con momentos intensos – el final del primer movimiento o el veloz intercambio entre piano y orquesta de la tercera parte –, una sintaxis armónica definidamente tonal y pasajes que parecen desprendimientos de algún score de Cinecitta. El concierto es una especie de gran fantasía del mundo sonoro ensanchado pero al mismo tiempo centrado en la improvisación jazzística de Stefano Bollani.

Sólo en uno de los bises Bollani y Mantegna (hermosa yunta, ojalá siga junta) alentaron a algunos miembros de orquesta (vibráfono y flugelhorn, especialmente) a tirar algunas frases improvisadas como si estuvieran en en una big band. Y el cierre fue con el arreglo de Diego Schissi de “Libertango”. La verdad es que con toda la hermosa música poco conocida que hay de Piazzolla, y con la erudición musical de un virtuoso como Bollani, es lícito preguntarnos por qué se insiste en interpretar el hit eterno del músico argentino más conocido y tocado en el mundo entero.

Stefano Bollani y Orquesta Sin Fin dirigida por  Exequiel Mantegna, Concerto Azzurro. Sala Sinfónica del CCK. Domingo 17 de junio de 2018.

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