Sergio Pujol

Leandro Gato Barbieri (1932-2016) no ha sido el único músico de jazz argentino de proyección internacional. Sin embargo, a la hora de considerar aportes artísticos e improntas personales, su nombre destaca por la expresividad de su sonido abrasivo, su inventiva como improvisador y -principalmente- esa manera alocada con la que supo aplicar la improvisación jazzística a una amplia gama de folclores latinoamericanos. En ese sentido, Gato fue hijo de un tiempo de expectativas revolucionarias; o mejor dicho, fue hijo adoptivo de aquella época, ya que se había formado unos años antes en la Buenos Aires de la Agrupación Nuevo Jazz y el club Jamaica, indiferente al folclore y al tango. Un buen día, en parte bajo la influencia del cineasta brasileño Glauber Rocha,Gato decidió participar en lo que alguna vez él llamo “una guerrilla musical”. Nunca renegó de su admiración primera por Charlie Parker o John Coltrane; sencillamente no se conformó con ser uno de sus epígonos. Así logró la proeza de que el sintagma “Tercer Mundo” ingresara en el horizonte lingüístico del jazz con un sesgo latinoamericano.

Pensado a manera de homenaje pero sin caer en la canonización, el cuarteto formado por Pablo Ledesma (saxo alto y soprano), Pepe Angelillo (piano), Mono Hurtado (contrabajo) y CartoBrandán (batería) se inspira, de modo libre y desenvuelto, en los vigorosos trazos con los que Barbieri inscribió su nombre en la gran historia del jazz. En algún sentido, Gato Barbieri revisitado (digital álbum, Discos ICM, 2018) es la concreción de un imposible, ya que la dimensión compositiva del músico referenciado siempre estuvo supeditada a su poderosa impronta interpretativa. Podrá decirse aquí que, en rigor,todo jazz es una forma de composición en tiempo real. Pero quizá en el caso de Barbieri, cuya música siempre era él mismo como saxofonista impar, esa cualidad ontológica del arte de la improvisación sea más evidente aún.

El plan de Ledesma y compañía consistió en desarrollar libremente temas de los discos de Gato “tercermundista” – la etapa que comenzó con Thethirdworld de 1969 y terminó conChapterthree: ¡Viva Emiliano Zapata! de 1975-, poniéndolos a dialogar con el período precedente, aquel del free jazz más radical, cuando el argentino, recién mudado a Europa, destacaba en la escena vanguardista.Por lo tanto, el gran acierto de este cuarteto reside en haber vuelto a la vida a dos gatos al mismo tiempo. O para decirlo graciosamente: haber sabido combinar las dos vidas de un mismo gato. Un cuarteto de jazz contemporáneo, que perfectamente podría estar abocado a desarrollar standards o a interpretar “originales” en las modalidades más usuales, tomó como punto de partida algunos de los grandes registros de un músico al que no siempre valoramos en su verdadera medida. Gran proyecto, hermosos resultados.

El track“La guerra del cerdo” – de la banda sonora del film homónimo de Leopoldo Torre Nilson, a su vez basado en la célebre novela de Adolfo Bioy Casares – establece lo que podríamos llamar el carácter de todo el álbum. La desconstrucción del tema original – Barbieri era un apasionado melodista, aún cuando gritaba a través del metal -, la estrecha interacción entre el saxo de Ledesma y el piano de Angelillo, el bellísimo sonido del contrabajo de Hurtado y el brillo de la batería de CartoBrandán – en cierto modo, a cargo de reducir a un solo instrumento el expansivo set percusivo que solía emplear Gato-hacen su entrada como partes fundantes de un proyecto acertadamente titulado Gato Barbieri revisitado. Sin restringirse a la interpretación del songbook Barbieri, la música del cuarteto extiende sus fronteras hacia lo que podríamos llamar la familia artística del rosarino. Por ejemplo, “Eternal Charlie”, de Angelillo, es una especie de paráfrasis de esos adagios tan conmovedores con los que el contrabajista Charlie Haden sabía contrabalancear su costado más free, y “A Carla Bley”, de Ledesma, imagina dibujos melódicos un poco dentro del estilo de la gran compositora y directora.Cabe recordar que tanto Haden como Bley, especialmente a través del ensamble Liberation Music Orchestra, jugaron un papel importante en el clivaje político-musical de Barbieri.

Desde luego, no falta aquí “Last tango in Paris”, el leitmotiv que ensanchó la popularidad de Barbieri hasta convertirlo en un icono de los años 70. La nueva versión, tocada a otro tempo y con deliciosa pereza rítmica, es quizá el momento más alto del álbum. Al irrefrenable solo temático de Angelillo le sigue una intervención poderosa del alto de Ledesma, acaso remarcando la impronta coltraneana que subyacía, como una marca de estilo profunda, en prácticamente todo lo que Gato interpretaba. Previo al tema del escándalo de Bertolucci, “Primer tango en La Plata”, de Ledesma, reproduce el típico marcato de un tango a la Piazzolla, algo que reaparece de modo fantasmagórico, con cita al piano de “Como dos extraños” incluida, en la loca versión de “Nunca más”.

El final con “Encuentros” – original del disco Capítulo Dos: Hasta siempre – es en verdad un gran final. Ledesma remplaza el alto por el soprano y se trenza en una conversación levemente superpuesta con Angelillo. Casi un canon, aunque en el jazz las categorías siempre están corridas un poco de lugar. Y eso de correr las cosas de lugar es lo que hizo grande a Gato Barbieri y a quienes, de diferentes formas, hoy prosiguen sus pasos.

https://ledesmaangelillohurtadobrandan.bandcamp.com/album/gato-barbieri-revisitado.Grabado el 18 de septiembre del 2017 en Estudio MTT Daniel Garcia por DamianPoliak.Release, 11 july, 2018.

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